El electroencefalograma (EEG) es el registro de la actividad eléctrica cerebral.
El EEG es útil en:
En este capítulo solo se tratará el EEG en el estudio de la epilepsia, especialmente en edades pediátricas. Revisaremos conceptos básicos de epilepsia y de crisis febriles, que es la causa más frecuente de convulsiones en Pediatría.
La crisis epiléptica es una manifestación muy frecuente de encefalopatía, y supone un motivo muy frecuente de consulta en Pediatría.
Una crisis epiléptica es un trastorno episódico producido por un mecanismo neurofisiológico específico: una anormal actividad ocasional y repetitiva de la sustancia gris cerebral.
Es una manifestación posible en toda encefalopatía aguda o crónica que afecta al córtex cerebral, ya sea de forma primaria como en un traumatismo craneoencefálico o en una encefalitis aguda, o bien como consecuencia cerebral secundaria a diversas patologías como una hipoglucemia o una crisis hipertensiva.
Las expresiones clínicas de las crisis epilépticas son muy variadas y dependen básicamente de la localización cerebral de la descarga anómala. Las crisis parciales, dependiendo de la localización de la descarga anómala, pueden ser de sintomatología motora, sensitiva, sensorial, vegetativa, psíquica o combinación de ellas. Cuando se altera el estado de conciencia se llaman complejas. Pueden generalizar secundariamente. Las crisis generalizadas pueden manifestarse como alteración del estado de conciencia, ausencias, o por combinaciones variables de alteraciones del tono muscular y movimientos anómalos de extremidades.
La epilepsia viene definida por la repetición de crisis epilépticas, excluidas las crisis sintomáticas agudas, como en hipoglucemias o en crisis hipertensivas.
La epilepsia no es un síntoma, ni una enfermedad, ni un síndrome concreto. Es la repetición de una manifestación, la crisis epiléptica, que se puede presentar en prácticamente toda encefalopatía estática o progresiva. Por tanto, los cuadros clínico-evolutivos son muy dispares, dependientes básicamente de la encefalopatía causal. Con el diagnóstico de epilepsia estamos estableciendo el diagnóstico de encefalopatía que ha presentado crisis epilépticas y cuya evolución natural va a ser volver a presentarlas.
El diagnóstico de epilepsia se establece por la repetición de crisis epilépticas. En ocasiones, el EEG puede apoyar o confirmar el diagnóstico.
Hay muchas causas de epilepsia:
En general, en el estudio de una epilepsia, aparte de una minuciosa anamnesis, especialmente de los episodios, y si es posible la visualización de los mismos, mediante vídeo, solo se precisa estudio EEG y neuroimagen, preferentemente resonancia magnética (RM) cerebral.
No es raro que el diagnóstico de epilepsia sea dudoso, dada la inexistencia de un marcador biológico de certeza.
La epilepsia en el niño tiene unas peculiaridades relacionadas con la edad, lo que justifica diferentes susceptibilidades y diferentes manifestaciones a distintas edades. El tipo de convulsiones a distintas edades viene determinado por el grado de maduración del sistema nervioso central (SNC) y por las variaciones genéticas que influyen en la estructura y bioquímica del cerebro en desarrollo. La edad-dependencia explica por qué las encefalopatías epilépticas clásicas se presentan a edades concretas y por qué un mismo paciente puede evolucionar de una encefalopatía epiléptica precoz a un síndrome de Lennox, pasando por un síndrome de West. Los tres síndromes tienen importantes similitudes clínicas y EEG que apoyan un origen común y representan estadios sucesivos en la maduración de una encefalopatía epiléptica relacionada con la edad. También explica por qué una epilepsia-ausencias de la infancia no se presenta antes de los tres años de edad, o por qué una epilepsia rolándica benigna de la infancia (EBI-R) se presenta y remite espontáneamente a unas edades concretas.
En el Hospital Infantil Miguel Servet de Zaragoza damos una hoja de información a las familias de niños epilépticos o posiblemente epilépticos, con la condición de que tengan hecha o pedida neuroimagen (Anexo I). También damos Hojas de información de epilepsia-ausencias (Anexo II), síndrome de West/espasmos infantiles (Anexo III), epilepsia de inicio entre uno y cuatro meses (Anexo IV) y de crisis febriles (Anexo V). Creemos que son útiles para la comprensión del problema por parte de los familiares y también de profesionales, incluidos los pediatras de Atención Primaria.
Una crisis febril es una crisis convulsiva asociada a una enfermedad febril, en ausencia de una infección del SNC o de un desequilibrio electrolítico, sin antecedente de convulsiones afebriles previas (International League against Epilepsy, Guidelines for epidemiologic studies on epilepsy, 1993).Por regla general, los límites de edad aceptados para la presentación de crisis febriles son los seis meses y los seis años, siendo la máxima incidencia a los 18 meses.
Las crisis febriles son el trastorno convulsivo más frecuente en la infancia, con una prevalencia de un 2-5% en los menores de cinco años.
Las crisis febriles tienen una herencia poligénica multifactorial y puede haber algún subgrupo con herencia autosómica dominante con un patrón de penetrancia reducido.
Se ha descrito que el 21% de las crisis febriles ocurre en la primera hora del proceso febril, el 57% dentro de las primeras 24 horas y un 24% después de las 24 horas. En un 25% de los casos, la crisis es la primera manifestación clínica del proceso infeccioso que la desencadena.
No se ha demostrado que las crisis febriles simples causen daño estructural, alteraciones cognitivas o neuropsicológicas.
Se habla de crisis febril compleja, atípica o complicada ante las siguientes características: duración superior a 15 minutos, crisis focal con o sin generalización secundaria, recurrencia dentro de las primeras 24 horas(dos o más episodios), o hallazgos neurológicos focales en el periodo postcrítico, en un niño sin antecedentes de patología neurológica previa, anormalidad del SNC o historia anterior de crisis afebriles.
El diagnóstico diferencial de las crisis febriles debe realizarse con:
No está indicado ningún estudio ante crisis febriles simples. Ante crisis febriles complejas puede ser aconsejable la realización de un EEG y debe valorarse en algunos casos la realización de neuroimagen.
El riesgo de recurrencia tras un primer episodio de crisis febril varía con la edad: en niños <1 año, 50% de probabilidad de recurrencia, y en niños >1 año, 30% de probabilidad de recurrencia. En los que ya han presentado más de un episodio, el riesgo de una nueva crisis es del 50%. Más de la mitad de las recidivas ocurren entre los 6 y los 12 meses siguientes a la primera crisis.
Los pacientes que han presentado una crisis febril simple tienen un riesgo entre el 1 y el 2,6% de desarrollar epilepsia (frente al 1% de la población general), mientras que los pacientes con crisis febriles complejas pueden desarrollarla en el 4-6% de los casos. El riesgo aumenta en caso de crisis febriles recurrentes, antecedentes de familiares de epilepsia, crisis febriles complejas, duración superior a los 15 minutos, fiebre baja en el momento de la crisis, existencia de anomalías neurológicas previas y primera crisis con una edad menor a los 12 meses.
Es una epilepsia refractaria al tratamiento que asocia deterioro cognitivo. Debe sospecharse ante crisis febriles de inicio antes de los seis meses, estatus febriles generalizados o hemicorporales, muy frecuente repetición de crisis febriles, aparición de crisis afebriles y persistencia de crisis febriles tras los seis años. Los EEG intercríticos iniciales, y en algunos casos durante toda la evolución, suelen ser normales. En los casos más graves de síndrome de Dravet se encuentran mutaciones en el gen SCN1A en alrededor del 70% de los casos. Se habla de espectro de síndrome de Dravet, que incluye cuadros más leves como la epilepsia generalizada con crisis febriles plus (mutaciones en el gen SCN1A en alrededor del 10% de los casos). Su diagnóstico precoz es importante para evitar estudios innecesarios e incertidumbres y para establecer el tratamiento adecuado, pues la evolución es mejor con valproato, topiramato y clobazam, y suelen empeorarla carbamazepina, lamotrigina, vigabatrina y fenitoína. Un cuadro similar en niñas obedece a mutaciones en el gen PCDH19.
El EEG tiene las siguientes características:
El registro del sueño cambia con características precisas en las diferentes fases del sueño, empezando en somnolencia por una lentificación generalizada del trazado.
Lo ideal es registrar vigilia y sueño (al menos hasta la fase II de sueño lento), pues hay alteraciones en el EEG, y también crisis epilépticas, que solo aparecen en diferentes fases del sueño, desde la somnolencia inicial hasta el despertar.
Los EEG deben realizarse con hiperpnea (HPN) y estimulación luminosa intermitente (ELI), porque pueden facilitar la presencia de alteraciones en el EEG, y también desencadenar crisis, en casos de algunos síndromes epilépticos.
Hay alteraciones en el EEG muy características de epilepsia:
El trazado EEG, tanto de vigilia como de sueño, cambia con la edad. Un neonato no tiene establecidas las fases del sueño y el ritmo de base es muy lento. Las alteraciones en el EEG también evolucionan. Un neonato no tiene descargas de PO o PPO generalizadas y un niño mayor no puede tener un trazado de paroxismos-supresión ni una hipsarritmia.
Existen factores genéticos determinantes de las características generales del EEG, como la frecuencia y la distribución de la actividad de fondo, y de patrones específicos como la PO generalizada y la respuesta fotoparoxística de descargas generalizadas ante la ELI, que se presentan en determinados intervalos de edad.
La identificación de alteraciones en la actividad eléctrica cerebral puede ayudar a establecer o a apoyar el diagnóstico de epilepsia y a delimitar el síndrome epiléptico de que se trate. Salvo en raros casos de síndrome de Landau o epilepsia-afasia y el estado de mal epiléptico durante el sueño lento, el diagnóstico de epilepsia exige la existencia de crisis epilépticas.
El EEG es útil para:
Es conocida la existencia de un patrón de PO generalizada o de puntas rolándicas en personas asintomáticas, especialmente en familiares de pacientes con alguna forma de epilepsia genética como la epilepsia mioclónica juvenil benigna, la epilepsia-ausencias o la epilepsia rolándica benigna de la infancia. La PO generalizada también aparece en el seguimiento de niños con crisis febriles que no desarrollan epilepsia. Otras alteraciones, como PPO generalizada y puntas focales y multifocales se dan durante los años escolares y desaparecen durante esos mismos años o durante la adolescencia en niños que nunca desarrollarán epilepsia. Estas alteraciones generalizadas en el EEG obligan a un estrecho seguimiento, dado que lo más frecuente es que asocien epilepsia antes o después.
Una persona epiléptica puede tener un registro intercrítico de la actividad eléctrica cerebral normal por existir poca actividad anómala intercrítica o por tratarse de un foco profundo, especialmente en la fosa temporal, no detectable por los electrodos colocados superficialmente en el cuero cabelludo. En muchas epilepsias, especialmente en lactantes, todos los EEG intercríticos repetidos son normales.
Anexo I. Mostrar/ocultar
Anexo II. Mostrar/ocultar
Anexo III. Mostrar/ocultar
Anexo IV. Mostrar/ocultar
Anexo V. Mostrar/ocultar