El dolor abdominal es un cuadro clínico muy frecuente en el niño y supone una de las consultas más habituales en Pediatría. Suele ser secundario a causas no quirúrgicas y autolimitadas (estreñimiento, gastroenteritis, viriasis…).
El abdomen agudo se puede definir como la situación clínica con síntomas abdominales agudos, fundamentalmente dolor, que sugieren enfermedad que puede poner en peligro la vida del paciente.
Dada su potencial gravedad, es necesario realizar un adecuado diagnóstico diferencial para llegar a un tratamiento lo más precoz posible1.
Niño de 8 años, con antecedentes de megauréter bilateral no obstructivo y no refluyente e ictus isquémico en la arteria cerebral posterior derecha, sin etiología confirmada, en tratamiento antiagregante, traído a consulta por dolor abdominal continuo moderado-grave en flanco y fosa iliaca izquierdos no irradiado, que no se alivia con analgesia, de tres días de evolución y con empeoramiento progresivo del estado general acompañado de vómitos. No refiere fiebre ni diarrea. A la exploración presenta regular estado general, abdomen duro, doloroso a la palpación superficial en flanco y fosa iliaca izquierdas, con signos claros de irritación peritoneal, siendo el resto normal. Dada la importante afectación del niño y la clínica franca de peritonismo, se deriva al hospital ante la sospecha de posible causa quirúrgica.
Lo más importante en el diagnóstico de abdomen agudo es identificar las situaciones que pueden poner en peligro la vida del paciente y requieren una actuación urgente. Existen signos y síntomas que nos pueden ayudar en el diagnóstico2.
Los lactantes no pueden localizar el dolor, pero sus padres pueden sospechar dolor abdominal porque el niño encoge las piernas o está más irritable. Los preescolares son capaces de describir el dolor y otros síntomas, aunque no son del todo fiables. Los mayores de 5 años pueden describir inicio, frecuencia, duración y localización de los síntomas. Hay patologías que se presentan con un patrón de dolor característico (Tabla 1). En la irritación peritoneal, el dolor puede agravarse con movimientos que cambien la tensión en la pared de abdominal (viajar en coche o caminar). Por el contrario, los pacientes con dolor visceral suelen presentar un dolor intenso que no se alivia con ninguna posición. La mejoría del dolor tras el vómito sugiere patología localizada en el intestino delgado. Si se alivia tras un retortijón, sugiere un origen colónico.
Tabla 1. Patologías y patrón de dolor característico2. Mostrar/ocultar
La fiebre sugiere infección (gastroenteritis, infección urinaria…). En la apendicitis puede haber fiebre, pero no es específica. La taquipnea puede ser consecuencia de acidosis metabólica (peritonitis, obstrucción intestinal, deshidratación secundaria a gastroenteritis…). Si hay hipotensión, puede ser secundaria a pérdida de volumen (hemorragia tras lesión abdominal, extravasación capilar en la invaginación o vólvulo…) o a peritonitis.
Los niños con vómitos y dolor abdominal, especialmente en ausencia de diarrea, deben evaluarse cuidadosamente, descartando patologías graves como obstrucción intestinal o apendicitis. Si aparecen vómitos biliosos y dolor abdominal en un neonato se debe excluir la presencia de vólvulo. En la invaginación, los vómitos (al inicio no biliosos, y después biliosos e incluso fecaloideos según progresa la obstrucción) pueden ocurrir tras los episodios de dolor. Cuanto más proximal sea la obstrucción antes aparecerán los vómitos.
La diarrea y los vómitos son síntomas de gastroenteritis, no obstante, la diarrea puede asociarse a otras entidades. Así, puede aparecer en infección urinaria, apendicitis, invaginación intestinal (deposiciones con sangre, a veces mezcladas con moco), enteritis infecciosa (diarrea sanguinolenta)…
Existen otros síntomas que orientan sobre la posible etiología: disuria (infección urinaria), hematuria (púrpura Shönleich-Henoch, infección urinaria), estreñimiento (íleo paralítico, obstrucción de causa mecánica)…
Debe ir orientada a identificar causas específicas de dolor abdominal. Hay que preguntar por antecedentes de traumatismo, cirugía abdominal previa, episodios similares, fiebre, ingesta de alimentos, medicamentos, localización del dolor abdominal, síntomas asociados (vómitos, diarrea…) y patrón de los síntomas. En adolescentes postmenárquicas se debería realizar una adecuada historia ginecológica, que incluya fecha de la última regla y actividad sexual. Conviene preguntar también por antecedentes familiares de enfermedades que pudieran estar relacionadas (anemia falciforme, fibrosis quística…)2.
Una exploración física adecuada es esencial para llegar al diagnóstico2.
Inspección: hay que valorar la apariencia y el estado de hidratación del niño. Los pacientes con hipovolemia o peritonitis pueden tener la perfusión periférica disminuida. Los niños con peritonitis prefieren estar tumbados, mientras que en el cólico biliar o renal están inquietos, sin mejoría del dolor con ninguna posición. La ictericia es un signo de hepatitis o hemólisis.
Exploración abdominal: conviene examinar el abdomen cuando el niño esté tranquilo y colabore, en una posición cómoda y antes de explorar otras zonas que le generen más ansiedad (garganta, oídos). La distensión abdominal puede ser secundaria a la presencia de obstrucción o masa. Los ruidos intestinales pueden estar disminuidos (íleo secundario a peritonitis) o aumentados (gastroenteritis, inicio de obstrucción intestinal). En la palpación es importante localizar las zonas más sensibles de dolor, además de buscar otros hallazgos, como masas y megalias. Hay que explorar también los orificios herniarios. Habitualmente el dolor puede localizarse con una palpación superficial. Antes de explorar el origen del dolor, conviene preguntar al niño si puede señalar con un dedo dónde le duele más. El dolor localizado sugiere un proceso inflamatorio intraabdominal. La presencia de una masa en el lado derecho del abdomen sugiere invaginación. También podemos palpar heces, que simulen una masa, en el estreñimiento. Ante la presencia de una masa hay que descartar que sea secundaria a un proceso maligno.
Los signos de peritonitis más frecuentes son: dolor a la percusión o palpación, con rebote, defensa involuntaria y aumento del dolor con la tos y/o la inspiración profunda. En la percusión abdominal, también podemos detectar timpanismo (distensión intestinal), matidez (masa abdominal) o matidez cambiante (ascitis). En el tacto rectal, la presencia de heces duras en la ampolla rectal sugiere estreñimiento, pero no significa que este sea la causa del dolor. Si existen heces con sangre, puede ser secundario a invaginación, enteritis infecciosa, estreñimiento con fisura anal…1,2
Existen una serie de maniobras específicas que nos pueden orientar acerca del origen del dolor abdominal:
En los niños con dolor abdominal, conviene realizar un examen genitourinario, ya que la torsión testicular no siempre asocia dolor genital.
Tabla 2. Hallazgos extraabdominales sugestivos de patología2. Mostrar/ocultar
Se solicita en función de la sospecha diagnóstica2.
De manera práctica, las causas de abdomen agudo pueden clasificarse según la edad del paciente o en función del cuadro sindrómico al que dan lugar1.
Según la edad y el cuadro sindrómico (Tabla 3), la causa más frecuente de abdomen agudo en el recién nacido son las atresias intestinales, que cursan como síndrome obstructivo. En esta edad, la causa más frecuente de síndrome irritativo-infeccioso son las perforaciones intestinales secundarias o no a enterocolitis necrotizante. En el lactante, por su parte, la causa más frecuente es la invaginación intestinal (síndrome obstructivo). A partir de la edad preescolar la causa más frecuente de abdomen agudo quirúrgico es la apendicitis1,3.
Tabla 3. Causas más frecuentes según cuadro sindrómico y edad1. Mostrar/ocultar
Infección del tracto urinario (ITU): dolor abdominal y fiebre son los síntomas más comunes de ITU en niños de 2 a 5 años. Los lactantes pueden presentar vómitos o anorexia, mientras que en > 5 años aparecen síntomas clásicos (disuria, polaquiuria, y/o dolor en flanco)3. Existen pocos casos de ITU que debuten con clínica clara de peritonismo y, cuando esto sucede, suelen existir antecedentes de alteraciones en el sistema de excreción renal4,5.
En el dolor abdominal conviene tener en cuenta una serie de signos de alarma, sugestivos de gravedad, que en caso de producirse hacen necesaria la derivación hospitalaria para su valoración3,6:
La clínica que presentaba nuestro niño es definitoria de abdomen agudo (situación clínica con síntomas abdominales agudos, fundamentalmente dolor, que sugiere enfermedad que puede poner en peligro la vida del paciente).
Los signos de alarma que nos hicieron tomar la decisión de derivarle al hospital para su valoración fueron:
Al rehistoriarle en el hospital, el niño refiere, además, ligera disuria. Se inicia tratamiento analgésico y sueroterapia intravenosa. Se realizan radiografías de tórax y abdomen, que no muestran alteraciones, y analítica de sangre y orina. La analítica sanguínea muestra una proteína C reactiva (PCR) de 1,01 mg/dl, siendo el resto normal. En el sedimento urinario se observan datos sugestivos de infección urinaria (ITU): proteínas: 205 mg/dl; leucocitos: 150/campo; hematíes: 150/campo; nitritos positivos. Con la sospecha de infección urinaria, se inicia tratamiento antibiótico con amoxicilina-clavulánico intravenosos e ingresa a cargo de Nefrología. Durante su ingreso, permanece afebril y sin dolor en todo momento. En el urocultivo se aisla Pseudomonas aeruginosa, confirmando el diagnóstico de ITU por P. aeruginosa en paciente con megauréter bilateral. Tras el tratamiento antibiótico intravenoso, dada la buena evolución, se decide alta con tratamiento antibiótico oral, y seguimiento en consultas de Nefrología.
Como hemos visto previamente, la infección del tracto urinario no es una causa muy habitual de abdomen agudo. Los casos descritos que debutan con clínica clara de peritonismo suelen producirse en pacientes con antecedentes de alteraciones en el sistema de excreción renal, como en el caso de nuestro paciente (antecedentes de megauréter bilateral no obstructivo y no refluyente). Existen varias teorías para explicar esta presentación clínica en estos pacientes: