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Todos sabemos que el sueño es evolutivo, y que este irá madurando a lo largo de los meses y años, de manera que todos los niños sanos, tarde o temprano, duerman como los adultos esperamos. Sin embargo, la biología de su sueño no siempre encaja con las exigencias laborales y sociales de las familias, por lo que cada día es más frecuente que los padres busquen ayuda para mejorar el descanso de sus hijos y, por tanto, del suyo1,2.
Que sea evolutivo no quiere decir que no podamos mejorar el descanso familiar: nosotros podemos influir en los hábitos de sueño y, moldeándolos, podemos lograr este equilibrio entre las necesidades de los adultos y las del bebé, acompañándolos en este proceso.
Los pediatras de Atención Primaria tenemos un papel clave en estas consultas, pues debemos ser capaces de transmitir pautas para mejorar el sueño familiar, dentro de unas expectativas realistas y logrando un equilibrio con las necesidades del bebé. Conocer las características del sueño en función de la edad nos ayudará a orientar las recomendaciones y adaptarnos a cada paciente y su familia. Recomendaciones y cambios que debemos realizar atendiendo en todo momento a las necesidades físicas y emocionales del bebé3.
No debemos olvidar, como pediatras, descartar una enfermedad que afecte el sueño o un trastorno de este4.
Antes de abordar una consulta de sueño, debemos explicar a las familias la biología y las necesidades del sueño infantil.
El ritmo circadiano en los recién nacidos no está regulado con los ciclos de luz y oscuridad, por lo que duermen indistintamente a lo largo de las 24 horas del día. El sueño-vigilia se sincronizará con la luz-oscuridad hacia el 3.er-4.º mes. A su vez, los ciclos de sueño, que se repiten a lo largo del descanso, son cortos e inestables, lo que produce despertares frecuentes, tanto entre ciclos como entre sus diferentes fases, que no saben reconducir (a diferencia de los adultos, que disponemos de habilidades para volvernos a dormir).
Los bebés y niños pequeños se despiertan con frecuencia para cubrir sus necesidades de alimentación y cuidados. A su vez, es importante transmitir a los padres que la gran mayoría de bebés y niños necesitan de la presencia de sus padres para conciliar el sueño y para mantenerlo (el pecho materno, el chupete, ser dormidos en brazos, entre otros). Necesitan la seguridad, la tranquilidad y el bienestar que sus cuidadores les aportan.
El primer paso ante un problema de sueño es observar al niño: observar sus ritmos, sus horarios, sus necesidades, su tendencia biológica a ser madrugador (alondra) o trasnochador (búho)… y para ello nos ayudaremos de una agenda del sueño. De este modo, y atendiendo a las necesidades observadas, podremos orientar a la familia para poner un orden en el día. Indicaremos que los horarios de acostar y levantar, así como de las siestas, sean lo más regulares posibles. También los fines de semana.
Las necesidades de sueño son propias de cada niño y de cada edad, pero como orientación los percentiles nos ayudarán a conocer si la duración del sueño se encuentra dentro de los límites considerados como normales para la edad5 (Figura 1 y Figura 2).
Figura 1. Percentiles de duración del sueño en 24 horas desde la infancia a la adolescencia. Mostrar/ocultar
Figura 2. Percentiles de horas de sueño según la edad del paciente. Mostrar/ocultar
Un buen sueño diurno es fundamental para lograr un adecuado descanso nocturno. Transmitir a las familias que un bebé sobrecansado conciliará el sueño con más dificultad, tendrá sueño de peor calidad y mayor número de despertares es muy importante. Por ello, asegurar un buen descanso diurno ayudará a disminuir la presión de sueño, evitando el sobrecansancio y logrando de este modo un mejor descanso nocturno. Las siestas son importantes en la infancia, y hasta los 5 años debemos darles la oportunidad de realizarlas6,7.
A medida que los niños crecen, se va reduciendo la necesidad de sueño diurno, con menos siestas y más tiempo de vigilia a lo largo del día, concentrándose el descanso en la noche. Hay que tener en cuenta que tanto el número de siestas como su duración dependerá de las necesidades individuales de cada niño: niños de la misma edad pueden tener tiempos de sueño diferentes.
Establecer un horario antes de los 5-6 meses es complicado, por lo que debemos aconsejar a las familias que observen a sus hijos, ya que nos muestran con su comportamiento cuándo es el momento óptimo para ponerles a dormir. Puede ser útil elaborar una agenda de sueño para conocer el patrón de sus hijos y así tratar de adelantarse a estas señales, proporcionando un ambiente de sueño óptimo en cuanto aparezcan las señales de sueño tempranas, e iniciando el ritual para acompañar y ayudar al bebé a que se duerma como más fácil les resulte.
Los tiempos de vigilia entre momentos de descanso pueden ser muy variables entre niños, pues cada individuo tiene unas necesidades de descanso y un ritmo madurativo diferentes8. Sin embargo, puede servir de ayuda tener en mente unos tiempos orientativos que pueden ayudar a las familias a revisar las señales de cansancio del bebé. Son tiempos que se ajustan al número de siestas por edad que suelen hacer Tabla 1).
Tabla 1. Tiempos de descanso y vigilia. Mostrar/ocultar
Tampoco hay duración de siestas correctas. Una siesta correcta es aquella que es reparadora, en la que los niños se despiertan tranquilos y contentos. Los primeros 6 meses de vida la duración de las siestas puede ser muy variable, y a medida que se empiezan a consolidar suelen durar entre 1-2 horas en función del momento del día. Si la siesta ha sido corta y se despierta irritable (puede suceder con duraciones inferiores a 45-60 minutos, lo que dura un ciclo completo de sueño), las familias pueden tratar de ayudarle a conciliar el sueño de nuevo para que el descanso sea reparador.
Es aconsejable evitar las siestas muy prolongadas y tardías (a partir de las 17 h) desde los 6 meses aproximadamente, pues el niño no llegará al momento de dormir con una adecuada presión de sueño.
Las rutinas para dormir al bebé o rituales del sueño son aquellos actos que se repiten día tras día, en el mismo orden y de la misma manera, antes de ir a dormir. Estos actos indican al niño que se acerca la hora de dormir, ayudándole a prepararse para este momento, ya que les aportan seguridad y confianza.
Estas rutinas y rituales de sueño deben ser agradables y relajadas para los miembros de la familia, predecibles (en el mismo orden) y adaptadas a la edad y necesidades del bebé.
Podemos dividirlas en dos fases:
Aunque podemos empezar estas rutinas de sueño desde las primeras semanas de vida, cobran mayor importancia a partir de los 5-6 meses, edad en la que el sueño es más maduro y el ambiente influye en la sincronización del reloj biológico.
Una adecuada higiene de sueño es primordial para poner en sincronía el reloj interno con el ambiente. Por ello, no solo es importante la noche, sino que también es importante lo que ocurre durante el día9-11. Es necesario transmitir a las familias:
En muchas ocasiones a las familias les preocupa el modo de dormir de sus hijos, pues necesitan con frecuencia esas acciones que forman parte del ritual de sueño (el cómo se duermen) para volver a dormirles en los despertares nocturnos. Acciones que recaen habitualmente en la figura materna. Podemos orientar a las familias a que esa rutina sea más llevadera para todos sus miembros, o que no dependa únicamente de una persona. Recordad que lograr cambios requiere de repetición, constancia y paciencia, pues se puede tardar de 3 a 6 semanas en observar resultados; y que se debe acompañar y atender el llanto y las necesidades del bebé durante todo este proceso.
Una vez las familias han identificado ese ritual de sueño que les supone un problema (a los padres, no al niño), y tras haber trabajado los puntos anteriores (horarios regulares y ambiente de sueño), podéis tratar de modificar la forma de dormir del niño: retirando, adaptando o sustituyendo por otras rutinas menos exigentes para la familia. Algunos de los consejos más habituales que podéis transmitir a las familias son:
Pasamos gran parte de nuestra vida durmiendo, y la falta de sueño tiene consecuencias tanto en el ámbito físico como mental, y afecta a la dinámica familiar. Hoy en día, los ritmos y las obligaciones sociales y laborales de las familias exigen un aceptable descanso. Como pediatras, debemos saber cómo evaluar y asesorar a las familias que buscan en nosotros ayuda. Debemos hacerlo transmitiendo unas expectativas realistas, amoldándonos a cada familia y resaltando la importancia de estar presentes a la hora de acompañarlos en esta maduración. Con buenos hábitos, constancia, confianza y seguridad, las familias lograrán mejorar su descanso12,13.
* Las recomendaciones que daremos en relación con la lactancia (materna o fórmula infantil) dependerán de la edad del niño, pues el primer año la leche es el principal alimento del bebé y pueden necesitar tomas nocturnas, incluso hasta los 18 meses.