Palabras clave: oxigenoterapia, hipoxia, vía aérea.
El oxígeno es un gas incoloro, inodoro e insípido que existe libre en el aire a una concentración del 21%. Es un gas esencial para la vida, que se precisa en las reacciones de oxigenación que se producen en el metabolismo celular.
La oxigenoterapia es el tratamiento que consiste en administrar oxígeno en concentraciones superiores a las existentes en el aire ambiental, entre el 21 y el 100%. El objetivo es aumentar la presión arterial de oxígeno (PaO2), para prevenir o tratar los síntomas de hipoxia1,2.
Los niños con enfermedades graves (sepsis, shock), enfermedades respiratorias, neurológicas, traumatismos craneales o torácicos, con frecuencia tienen disminución de la disponibilidad de oxígeno y requieren oxigenoterapia (tabla 1).
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Los principios generales del tratamiento con oxígeno son los siguientes:
Se consideran normales valores de saturación arterial de oxígeno (SatO2) del 95 al 100% y una PaO2 de 80 a 90 mmHg. Una oxigenación aceptable corresponde a una SatO2 del 90 al 94% y una PaO2 de 60 a 80 mmHg. Se considera hipoxemia a la disminución de PaO2 por debajo de 60 mmHg, lo que equivale a una SatO2 inferior al 90%.
La hipoxia se refiere a la disminución de la disponibilidad de oxígeno a nivel tisular y celular. Los efectos de la hipoxia sobre los tejidos dependen de muchos factores, como son la intensidad y duración de la hipoxia, la concentración de hemoglobina, el gasto cardiaco y la extracción tisular de oxígeno.
El órgano más sensible a la hipoxia es el cerebro, pero en los episodios graves de hipoxia pueden resultar dañados todos los órganos, dando lugar a un síndrome de disfunción multiorgánica.
A nivel cerebral, los síntomas varían según la intensidad de la hipoxia, y van desde la cefalea, la confusión mental, la visión borrosa, la falta de coordinación y la somnolencia, hasta el desarrollo de un cuadro de coma.
En el riñón da lugar a una disfunción renal que conlleva a la aparición de albuminuria, cilindruria, hemoglobinuria y necrosis tubular aguda, y que puede evolucionar hasta el desarrollo de oliguria y anuria.
A nivel cardiaco, puede cursar con disfunción miocárdica, arritmias y síndrome de QT largo. En el hígado, pueden ocurrir alteraciones analíticas, de su función, hasta un cuadro de insuficiencia hepática. Otros signos de afectación multiorgánica son la enterocolitis y el edema pulmonar.
En diversas situaciones urgentes (tabla 1) en las que los niños mantienen la respiración y la frecuencia cardiaca, se precisa el suplemento de oxígeno al disminuir su disponibilidad a nivel tisular3. Estas situaciones pueden ser:
Para determinar la necesidad de oxígeno, es imprescindible valorar la situación clínica del niño (nivel de alerta, respiración y circulación).
El color sonrosado de las mucosas es sugestivo de buena oxigenación. La coloración azulada de la piel y las mucosas se define como cianosis. Para que esta ocurra debe haber de 4 a 5 g de hemoglobina no saturada o hemoglobina reducida por cada 100 ml de sangre o, rara vez, la presencia de metahemoglobinemia.
En condiciones normales, la mayor parte del oxígeno se encuentra combinado con la hemoglobina (aproximadamente el 97%), en tanto que una pequeña fracción se dispone disuelta en sangre (aproximadamente un 3%). No obstante, la cianosis puede ser un mal indicador de la necesidad de oxígeno. Así, un paciente policitémico puede tener de 4 a 5 g de hemoglobina no saturada sin sufrir hipoxia tisular, y a la inversa, uno anémico no encontrarse cianótico a pesar de estar sufriendo una oxigenación insuficiente.
Además de la evaluación clínica, se dispone de la pulsioximetría. El pulsioxímetro es un dispositivo fotoeléctrico que mide de forma indirecta la saturación de oxígeno de la sangre arterial (SatO2), al emitir un haz de luz roja o infrarroja que atraviesa un lecho capilar pulsátil. Los pulsioxímetros disponen de un sensor digital en forma de pinza o mediante sondas, y de un transductor electrónico con una pantalla en la que se registra la SatO2, la frecuencia cardiaca y la curva de pulso. Los valores normales de saturación trascutánea de oxígeno se sitúan por encima del 93-95%.
Entre las ventajas de la pulsioximetría cabe citar que es una técnica sencilla, no invasiva y fiable, que reduce la necesidad de realizar extracciones sanguíneas y detecta de forma precoz la hipoxemia.
No obstante, debe tenerse en cuenta que en algunas situaciones los valores de SatO2 pueden ser falsos y estos han de valorarse en el contexto clínico. Así la SatO2 puede estar falsamente disminuida a consecuencia del movimiento del paciente, la hipotermia de las extremidades, la presencia de shock o hipovolemia, o por el empleo de esmaltes de uñas. Al contrario, la SatO2 puede estar falsamente elevada en intoxicaciones de monóxido de carbono, dado que la carboxihemoglobina (HbCO) absorbe tanta luz roja como la oxihemoglobina. Por cada 1% de HbCO circulante, el pulsioxímetro sobrestima un 1% más la SatO2.
Por otro lado, los pacientes con anemia pueden tener una SatO2 normal, pero no tienen asegurada una disponibilidad de O2 a nivel tisular. Si disminuye la hemoglobina, disminuye el trasporte de O2, aunque la hemoglobina que existe esté bien saturada.
El equipo de administración de oxígeno debe ser ligero y fácil de manejar. Consta de:
La elección del sistema dependerá del estado clínico del paciente (nivel de conciencia, respiración espontánea o no), de la dosis deseada de oxígeno y de la tolerancia al sistema4.
Permite proporcionar oxígeno a niños pequeños que se agitan con otros métodos, en particular a aquellos afectos de causas reversibles de dificultad respiratoria, como la laringitis y el asma. Se administra mediante un tubo de oxígeno o con máscara, que se sitúan próximos a la cara del niño. Algunos niños, los más pequeños, lo aceptan más fácilmente si en el extremo de la tubería de oxígeno se coloca una copa de papel.
Con este sistema solo se pueden administrar concentraciones bajas de oxígeno, inferiores al 30%.
Constituyen el sistema de suministro de oxígeno más usado por los pacientes que respiran espontáneamente.
Consideraciones generales:
Los tipos de máscaras que se utilizan son:
Proporcionan más concentración de oxígeno que las cánulas nasales; con un flujo de oxígeno de 6 a 10 l/min, pueden proporcionar concentraciones de oxígeno entre el 35 y el 50%. Es útil para pacientes que necesitan una cantidad moderada de oxígeno para mantener saturaciones aceptables.
El oxígeno llega a la máscara a través de un tubo conectado a su base (figura 1). El gas exhalado se escapa por los agujeros situados a cada lado de la misma. El aire ambiente entra a través de estos agujeros y se mezcla con el oxígeno, disminuyendo así el porcentaje de oxígeno que le llega al paciente. Para evitar la reinhalación de CO2 se recomienda un flujo de oxígeno superior a 5 l/min.
Figura 1. Mostrar/ocultar
Máscaras de reinhalación parcial
Consisten en una máscara simple con un reservorio adjunto. Con un flujo de oxígeno de 10 a 12 l/min se pueden lograr concentraciones de oxígeno del 50 al 60%.
Con este sistema el paciente puede reinhalar parte del aire espirado. A fin de mantener un porcentaje alto de oxígeno en el depósito y minimizar la reinhalación de CO2, se debe ajustar el flujo de oxígeno para mantener el depósito sin desinflarse.
Se utilizan sobre todo en pacientes que requieren mayores concentraciones de oxígeno, por ejemplo durante el transporte. Aunque la concentración de oxígeno que se entrega es mayor que con una máscara simple, este se diluye por la entrada de aire de la habitación a través de los orificios de exhalación.
Máscaras de no reinhalación
Poseen dos válvulas; permiten que el gas inspirado provenga casi en su totalidad del reservorio y la salida del aire espirado, evitando la entrada del aire de la habitación (figura 2). Así mismo, la válvula entre el reservorio y la máscara impide que el aire espirado pase al reservorio. Con un flujo de oxígeno de 10 a 15 l/min se logran concentraciones de oxígeno inspirado de hasta el 95%. El flujo de oxígeno en la máscara se ha de ajustar para evitar que el depósito se desinfle.
Figura 2. Mostrar/ocultar
Disponen de un mezclador de aire y oxígeno, que proporciona una concentración de oxígeno muy estable y precisa, del 24 al 50%, que varía según el flujo que se administre. Con un flujo de 3 lpm la FiO2 administrada es del 24%, con flujos de 15 lpm la FiO2 administrada es del 50%.
Consiste en una tubería de suministro de oxígeno con dos puntas, que se insertan en los orificios nasales (figura 3). El oxígeno fluye de la cánula a la nasofaringe y, a este nivel, se mezcla con el aire de la habitación. En consecuencia, la concentración de oxígeno que puede administrarse varía entre el 25 y el 40%, dependiendo de factores como la frecuencia respiratoria y el volumen corriente.
Figura 3. Mostrar/ocultar
Consideraciones generales:
Las bolsas de ventilación se utilizan normalmente para proporcionar oxígeno y ventilación asistida a niños sin respiración espontánea o cuando aquella es ineficaz, ya sea mediante máscara o a través de una vía aérea artificial (por ejemplo, un tubo endotraqueal).
Las bolsas autoinflables no requieren una fuente de gas para volverse a expandir, sino que lo hacen por un mecanismo de retroceso. Durante la insuflación con una fuente de oxígeno, parte del aire de la habitación es arrastrado al sistema, diluyendo la concentración de oxígeno que se suministra. Para evitarlo, y administrar concentraciones más altas de oxígeno, la bolsa se debe conectar a un sistema de reservorio. Muchas bolsas autoinflables vienen equipadas con una válvula que limita la presión de insuflación; usualmente esta se ajusta a 30-35 cm H2O para prevenir el barotrauma.
Para su uso, se requiere adquirir las siguientes habilidades5:
Figura 4. Mostrar/ocultar
Si hay personal disponible, es deseable que en la ventilación con bolsa y mascarilla intervengan dos personas. Una utilizando ambas manos para mantener abierta la vía aérea, con un empuje de mandíbula hacia arriba, y un sellado hermético de la máscara a la cara, y otra realizando las insuflaciones con la bolsa de ventilación. Ambos reanimadores deben observar que el pecho del niño se levanta en cada insuflación.
Distintas características anatómicas del niño, que difieren de las del adulto, influyen en el manejo de la vía aérea:
A partir de los ocho años de edad se puede considerar que la vía aérea del niño y del adulto son parecidas.
Son técnicas para mantener la vía aérea abierta y permeable, y permitir la entrada de aire.
En pacientes con disminución del nivel de conciencia, el reflejo para eliminar las secreciones de la vía aérea puede estar abolido, provocando su obstrucción.
No se debe realizar de rutina; únicamente está indicada si la vía aérea está obstruida por secreciones (por ejemplo sangre, alimentos, saliva).
Una técnica inapropiada puede dar lugar a sangrado, edema de mucosas, arritmias. Por ello se recomienda:
Figura 5. Mostrar/ocultar
Son maniobras para favorecer el paso del aire a través de la vía aérea superior. Se ha de tener en cuenta que todo paciente inconsciente tiene potencialmente una obstrucción de la vía aérea (por la lengua o por disminución de los reflejos que la mantienen permeable). Existen tres maniobras de apertura de la vía aérea7,8:
Es un tubo rígido de forma curva (figura 6), que se coloca por encima de la lengua. Está indicado en pacientes inconscientes, sin reflejo vagal, para facilitar la apertura de la vía aérea, evitando el prolapso de la lengua en la faringe.
Figura 6. Mostrar/ocultar
No debe utilizarse en pacientes conscientes, ya que puede provocar vómitos, con el consiguiente riesgo de aspiración, e inducir laringoespasmo.
Es importante que el tamaño sea el adecuado. Este se puede calcular colocando la cánula en la parte lateral de la cara y comprobando que se extiende desde los incisivos superiores hasta la articulación temporomandibular.
En los mayores de un año y en los adultos se introduce con la concavidad hacia el paladar, y a mitad del recorrido se gira 180º, hasta encontrar resistencia o hacer tope en la arcada dentaria. En los lactantes se introduce con la convexidad hacia arriba y la ayuda de un depresor o la pala del laringoscopio para deprimir la lengua.
Véase el apartado “Modos de administrar el oxígeno”.
La intubación endotraqueal tiene la ventaja de que mantiene la vía respiratoria a largo plazo y la protege de la aspiración del contenido gástrico. Está indicada cuando con la ventilación con bolsa autoinflable y mascarilla no se consigue mantener una ventilación y oxigenación adecuadas.
Figura 7. Mostrar/ocultar
Figura 8. Mostrar/ocultar
La mascarilla laríngea (ML) (figura 9) es un dispositivo supraglótico que se coloca por encima de las cuerdas vocales para ventilar al paciente.
Figura 9. Mostrar/ocultar
Está indicada en caso de que la intubación endotraqueal no sea posible, o resulte dificultosa.
Tabla 3. Mostrar/ocultar