El síndrome del lactante zarandeado o traumatismo craneal por maltrato, como se lo prefiere denominar en la actualidad, se caracteriza por la triada hemorragia subdural, hemorragias retinianas y encefalopatía aguda. Ninguno de estos signos por separado es patognomónico de maltrato, su asociación clínica y en ausencia de otro proceso patógeno y explicación plausibles obligan a tenerlo en mente y a tratar de descartarlo. Siempre debe prevalecer la protección del menor, ingresando al niño ante su sospecha y dando parte a los Servicios Sociales. No se debe asumir que esta triada y el zarandeo se realizan siempre con intención manifiesta de dañar por la consecuencias legales y penales que pueden tener en los progenitores o cuidadores.
El síndrome del lactante zarandeado (shaken baby syndrome en inglés) fue descrito por Caffey en 1972 y se caracteriza por la triada compuesta por traumatismo craneal (que se manifiesta por hemorragia subdural o subaracnoidea, o edema cerebral difuso), hemorragias retinianas y encefalopatía aguda. El zarandeo se considera una forma de maltrato infantil, aunque este no siempre se realiza con intención manifiesta de dañar (como puede ocurrir durante las maniobras enérgicas en la reanimación de lactantes, en los atragantamientos o en situaciones de llanto intenso).
Desde el año 2009 la academia Americana de Pediatría recomienda usar el término traumatismo craneal por maltrato (TCM, en inglés abusive head trauma), evitando en la terminología el mecanismo lesional (zarandeo) e incluyendo los hallazgos clínicos (traumatismo craneal), pues de esta forma se abarca un mayor cantidad de mecanismos lesionales (golpeo directo, traumatismo con objeto, lanzar y aplastar) y se centra más en la lesión craneal o cerebral producida por el traumatismo recibido por maltrato (también denominado infligido o no accidental).
La controversia sobre este cuadro se basa en que los mecanismos de producción y daños resultantes entre los traumatismos craneales accidentales y los de maltrato se solapan, muchas veces no hay testigos del evento traumático, el perpetrador rara vez ofrece una historia veraz del evento, no hay una prueba única y sencilla que asegure el diagnóstico y el diagnóstico conlleva importantes consecuencias legales1.
El TCM se define como los signos y síntomas que pueden surgir en un lactante o niño menor de 5 años por un impacto directo sobre el cráneo, zarandeo violento o ambos, pudiendo asociar lesiones a nivel de esqueleto axial y apendicular, a nivel ocular y a nivel cerebral y medular2.
Los traumatismos craneoencefálicos (TCE) son la primera causa de mortalidad en niños mayores de un año en países desarrollados. En niños menores de un año los TCE suelen ser menos frecuentes y menos graves, por la mayor vigilancia de sus padres y la mayor elasticidad del cráneo. Solo el 2-3% de los TCE asocian fracturas craneales, y en ese caso solo el 1% presenta sangrado epidural o subdural3.
El TCM es la causa más frecuente de neurotrauma en niños menores de 2 años, por lo que debe ser considerado en todo neurotrauma cuya causa no esté perfectamente clarificada4.
El TCM presenta una incidencia entre 14 y 40 por 100 000 niños menores de un año, con un leve predominio en varones2, puede ocurrir a cualquier edad, pero con más frecuencia en menores de un año, sobre todo menores de 6 meses. Su incidencia real debe ser mayor por su falta de comunicación o fallos en su reconocimiento5. Suelen diagnosticarse los casos más graves que precisan ingreso hospitalario y en caso de fallecimiento repentino podrían quedar sin diagnóstico en ausencia de necropsia6. Su mortalidad en las siguientes horas-días al incidente varía entre el 5% y el 23%4.
Factores de riesgo para padecer un TCM:
Los niños que viven en un hogar con adultos no emparentados tienen 50 veces más de riesgo de sufrir un TCM que aquellos que conviven con sus padres biológicos2.
Algunos padres refieren que sofocaron, abofetearon o sacudieron a sus hijos a causa de sus episodios de llanto, y otros lo realizaron como método disciplinario2. Habitualmente el abuso suele darse en la situación de un cuidador estresado de antemano, con una inadecuada situación social y favorecida por un evento estresante adicional, como el llanto inconsolable del niño5,8.
Responsables: los varones suelen ser los ejecutores, con el doble de frecuencia que las mujeres. Los responsables suelen ser por orden de frecuencia: los padres, las parejas de la madre, los cuidadores o niñeros y la madre2.
Los niños que han sufrido un TCM frecuentemente consultan por las manifestaciones clínicas asociadas a sus lesiones cerebrales, evidentes en unos casos, sutiles y no específicas en otros. En ocasiones los adultos que acuden con el niño al médico niegan la existencia de traumatismo previo a la clínica o refieren caídas de poca altura (menores a un metro). Las personas que provocan un TCM suelen esperar un tiempo antes de consultar, en espera de la recuperación espontánea del niño. La clínica puede ser amplia, desde manifestaciones inespecíficas, como irritabilidad, problemas de alimentación, vómitos o alteraciones del desarrollo psicomotor, hasta síntomas graves, como letargia, compromiso respiratorio, convulsiones o apnea. El único dato clínico que se ha asociado a TCM con elevado valor predictivo positivo (93%) es la apnea4,9. La clínica depende de las lesiones causadas:
Figura 1. Lactante de mes y medio con cuadro de encefalopatía aguda y crisis convulsivas. La TC craneal muestra una imagen hiperdensa frontotemporal derecha compatible con hematoma subdural. Mostrar/ocultar
El diagnóstico del TCM es sencillo, es la situación de maltrato infantil que ocasiona lesiones craneales o cerebrales, lo que no resulta tan sencillo es determinar si la situación de maltrato ha existido8.
El maltrato infantil se debe sospechar ante traumatismos craneales o clínica neurológica no explicados por los eventos banales relatados por los cuidadores, teniendo en cuenta que en lactantes la presencia de hemorragia subdural, hemorragias retinianas y encefalopatía deben plantear la posibilidad de maltrato, especialmente si aparecen asociadas, aunque siempre deben descartarse otras posibles etiologías que pueden producir manifestaciones similares (Tablas 1 y 2)8. Ante toda encefalopatía aguda en lactante debe contemplarse el TCM, dado que, por la elevada inespecificidad de los síntomas clínicos, únicamente un alto grado de sospecha de maltrato puede permitir establecer un diagnóstico precoz.
Tabla 1. Diagnóstico diferencial del hematoma subdural8. Mostrar/ocultar
La causa más frecuente de hematoma subdural es el TCM4. El hematoma subdural puede ocurrir en los primeros días de vida causado por el parto vaginal, pudiendo estar presente en hasta una cuarta parte de los recién nacidos; suele ser de pequeño tamaño, asintomático y se suele resolver espontáneamente en 4-6 semanas; no se han reportado casos de resangrado ni cronificación por esta causa.
Otras entidades cuyos hallazgos se pueden confundir con el TCM son los traumatismos accidentales, el trauma del parto, los trastornos de la coagulación y los trastornos metabólicos. En general se pueden distinguir con una anamnesis y exploración física exhaustivas, y con estudios analíticos y radiológicos8.
En las Tablas 1 y 2 se aprecian enfermedades que pueden producir respectivamente hematoma subdural y hemorragias subaracnoideas, y que siempre deben ser tenidas en cuenta.
Tabla 2. Diagnóstico diferencial de hemorragias retinianas8. Mostrar/ocultar
Ante la sospecha de TCM se debe realizar hemograma, estudio básico de coagulación (tiempo de protrombina y tiempo de tromboplastina parcial activada), metabolismo óseo (hormona paratiroidea, fósforo y 25-OH-vitamina D), estudio metabólico básico (aminoácidos, acilcarnitinas en plasma y ácidos orgánicos en orina), estudio oftalmológico, estudios radiológicos (serie ósea y neuroimagen)8. Se debe realizar neuroimagen en todo niño con sospecha de maltrato y que asocie sospecha de neurotrauma o hemorragias retinianas. El hallazgo de múltiples sangrados (subdurales/epidurales) es bastante sugestivo de maltrato6. Se puede encontrar en estos casos un incremento de los espacios pericerebrales como consecuencia del daño producido por los traumatismos craneales previos no diagnosticados, apreciándose restos hemáticos con diferentes densidades en la tomografía computarizada (TC), hiperdensos en sangrados agudos e hipodensos en sangrados antiguos, pudiendo indicar en esta situación que el TCM ha sido repetido en diferentes momentos (Figura 2).
Figura 2. TC craneal 19 días tras el ingreso. Aumento de espacios pericerebrales con diferentes densidades del líquido pericerebral. Mostrar/ocultar
Todo lactante con sospecha de maltrato debe ser ingresado para asegurar su protección. En muchas ocasiones, los niños que han sufrido un TCM suelen precisar una estancia en la unidad de intensivos pediátricos para estabilizar su vía aérea, dar soporte ventilatorio, manejar la hipertensión endocraneal y minimizar el daño cerebral secundario al efecto masa, hipoxia y crisis convulsivas. En ocasiones, para el manejo de la hipertensión intracraneal, pueden requerir craniectomía descompresiva, derivación subduroperitoneal o drenaje subduroexternal8.
Debido a su elevada morbimortalidad y el elevado riesgo de reincidencia se debe dar parte al Juzgado y a los Servicios Sociales para prevenir nuevas agresiones, que empobrecerían el pronóstico del menor o podrían causar incluso su fallecimiento. No se debe asumir que el zarandeo se realiza siempre con la intención manifiesta de dañar, por las consecuencias médicas y penales que pueden tener en los progenitores o cuidadores.
El TCM es la causa más frecuente de fallecimiento traumático en la infancia. Se estima que hasta el 8-25% de los niños víctimas fallecen a causa de sus lesiones. Los supervivientes presentan una elevada morbilidad, con alto índice de discapacidades y secuelas: discapacidad intelectual, parálisis cerebral y epilepsia (el 60% sufre secuelas neurológicas, el 65% afectación visual y el 12% estado vegetativo persistente). Estudios entre supervivientes de TCM hablan de un tercio con secuelas graves, un tercio con secuelas moderadas y otro tercio con secuelas leves o sin secuelas4.
La prevención del TCM se basa principalmente en proporcionar información a los padres de cómo actuar frente al llanto de sus hijos, sensibilizándoles del elevado riesgo que puede suponer la maniobra de zarandeo, recordándoselo especialmente a los padres de lactantes con hidrocefalia externa benigna. Al respecto, pocos avances relevantes han acaecido en los últimos años.
La bibliografía reciente cuestiona la especificidad de la clínica (encefalopatía, hemorragia subdural y hemorragia retinianas) con el mecanismo lesional del zarandeo en ausencia de la confesión de los cuidadores o testigos11, con airadas repuestas de diferentes sociedades médicas, provocando al respecto un debate más legal que científico o médico. En la actualidad, hay completo consenso de que los lactantes no deben ser zarandeados y que este mecanismo puede tener fatales consecuencias, primando la protección del menor: ante esta triada se debe considerar la posibilidad de maltrato y dar parte a los Servicios Sociales12.