El sexting se puede definir como el intercambio de contenidos de tipo sexual entre otras personas por medio de dispositivos electrónicos. Se puede diferenciar el sexting según el tipo de contenido (imagen, vídeo, texto), y según el medio electrónico utilizado (teléfono móvil, ordenador), si se envía contenido de tipo sexual o si se recibe, y también puede ser útil diferenciar si este envío es consentido o no consentido ya que las implicaciones que puede tener son diferentes.
En los últimos años, el sexting se está convirtiendo en una práctica cada vez más habitual, pero se ha encontrado una gran variabilidad en la prevalencia publicada en los diferentes estudios, que además abarcan diferentes rangos de edad y localizaciones geográficas1,2.
En 2018 se publica en JAMA Pediatrics una revisión sistemática (RS) con metaanálisis con el objetivo de conocer la prevalencia del sexting en relación con la edad, sexo y área geográfica; sobre esta RS se realizó una revisión crítica en la publicación Evidencias en Pediatría3.
En ella, los autores realizaron una búsqueda en las principales bases de datos bibliográficas, así como de la literatura gris online, entre 1990 y 2016. De los artículos incluidos en la revisión, se extrajo prevalencia y tamaño muestral, así como posibles variables moderadoras como edad, sexo, año de recogida de datos, medio de envío de sexting (teléfono móvil u ordenador), contenido del mensaje (imagen, vídeo, texto) o localización geográfica; y se diferenció entre sexting consentido y no consentido.
La media de edad fue de 15,16 años (11,9 a 17), y fueron varones el 47,2%. La prevalencia media de enviar contenido de tipo sexual fue del 14,8%, y de recibir contenido del 27,4%, con un incremento según aumenta la edad y el año del estudio; es mayor desde teléfonos móviles que desde ordenadores, y no tiene influencia el sexo, la localización geográfica, el contenido o el estado de publicación del estudio. La prevalencia media de reenviar contenido sin consentimiento fue del 12,0%, y de tener contenido reenviado sin consentimiento del 8,4%, sin cambios por las variables modificadoras.
Es decir, según estos resultados, el sexting es una práctica habitual. El estudio pone en evidencia una prevalencia en aumento en los últimos años, creciente con la edad, y de preferencia en dispositivos móviles (en posible relación con la generalización de estos a edades cada vez más tempranas en los últimos años) Cabe destacar el dato de sexting sin consentimiento, ya que uno de cada ocho adolescentes admite tener o haber reenviado contenido de tipo sexual sin consentimiento.
Su uso se ha descrito en otros estudios como factor de riesgo para el comienzo temprano de relaciones sexuales, sexo sin protección, embarazo en la adolescencia y aumento de enfermedades de transmisión sexual, así como ciberacoso4-6.
Si bien es cierto que también hay bibliografía en la que no se asocia con conductas de riesgo, y sugieren que el sexting puede ser considerado una práctica emergente y normal en el desarrollo de la sexualidad7, ya que el uso de las nuevas tecnologías permite nuevos escenarios de interacción social.
El papel del pediatra de Atención Primaria, en su labor de prevención y promoción de la salud infanto-juvenil, es fundamental a la hora de informar sobre las posibles conductas sexuales de riesgo, y promover el uso responsable y consciente de las tecnologías de la comunicación integrando el sexting en los programas de educación sexual.