Artículo cedido y publicado en el apartado sobre Violencia en la Infancia y la Adolescencia de la página web del Ministerio de Sanidad.
El espíritu infantil no es un vaso que tengamos que llenar sino un hogar que debemos calentar
Plutarco
Tradicionalmente se ha descrito el síndrome de Münchhausen por poderes como el maltrato que sufre la persona menor de edad cuando una persona cuidadora, intencionadamente, fabrica síntomas sobre aquella, llevándola a procedimientos o tratamientos médicos innecesarios y potencialmente dañinos. Se precisa un diagnóstico en el niño y otro de carácter psiquiátrico en la persona cuidadora, ya que el fin de esta es la satisfacción de sus necesidades psicológicas. Cuando este síndrome fue incluido en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5), se le denominó “trastorno facticio impuesto a otro”, centrando la atención en la persona adulta con una alteración psiquiátrica. El niño que sufre el maltrato no es el centro de atención.
En el año 2003, Sterling1 (Committee on Child Abuse and Neglect. Pediatrics), en un artículo publicado en Pediatrics cuestionaba que el síndrome de Münchhausen por poderes describiera las diversas formas clínicas de maltrato infantil que pueden suceder en el ámbito sanitario. En el año 2008, Roesler y Jenny, en su libro Medical Child Abuse, definieron como maltrato médico infantil aquel provocado en una persona menor de edad que recibe atención médica innecesaria y dañina o potencialmente dañina debido a las acciones manifiestas de una persona cuidadora, incluida la exageración de los síntomas, mentir sobre la historia o simular hallazgos físicos (fabricación), o inducir intencionalmente la enfermedad en la persona menor de edad. No se puede considerar mala praxis profesional si la atención sanitaria recibida por la persona menor de edad es la misma que la que ofrecerían la mayoría de los profesionales sanitarios según la información disponible1,2. El maltrato infantil médico se diferencia de la iatrogenia profesional en que la actuación profesional está inducida por la persona cuidadora al inventar o exagerar los síntomas clínicos de forma que la anamnesis pierde el valor decisivo que tiene en medicina. Todo ello es especialmente delicado cuando se proporcionan cuidados asistenciales a pacientes en medio de una presión familiar elevada que pueda poner en marcha, como efecto de la medicina defensiva o de complacencia, pruebas o derivaciones poco o nada justificadas. El profesional debe estar atento y conciliar las necesidades psicosociales de los cuidadores con la protección de los intereses del menor negándose a ejercer actuaciones poco justificadas incluso bajo presión; cuando un profesional cede a la presión con facilidad, medicina defensiva o de complacencia, poniendo en riesgo la salud del menor, y el umbral de la actuación no es el de otros profesionales en una situación clínica y familiar similar, estaremos hablando de iatrogenia profesional, aunque la actuación haya sido inducida. La diferencia con la iatrogenia profesional radica en que las medidas adoptadas por el profesional serían las mismas que realizaría cualquier otro profesional en una situación clínica similar.
Esta conceptualización de esta forma de maltrato, aparte de centrar en el niño la atención, permite describir y abordar otras formas clínicas de maltrato infantil médico inducido por la persona o personas cuidadoras en al ámbito sanitario tanto público como privado que algunas características de la sanidad pública y privada contemporáneas, marcadas por una accesibilidad y consumo sanitario sin precedentes, pueden estar favoreciendo.
En efecto, entre las formas clínicas de esta forma de maltrato infantil en el ámbito sanitario caben, aparte de las tradicionales que hemos descrito más arriba, otras como:
Coincidimos con Roesler en que la mayoría de los médicos que atienden a personas menores de edad de manera regular encuentran formas leves de maltrato infantil médico (MIM) comúnmente durante el curso de su práctica3,4.
Esta forma de maltrato infantil se diferencia de otras formas en que el daño al niño proviene de la atención médica innecesaria y potencialmente dañina. El sistema de atención médica se ha convertido en el arma con la que la persona o personas cuidadoras perjudican al niño mediante el uso del engaño3,4 de los profesionales de la salud.
Pero la denominación de esta entidad nosológica como maltrato infantil médico (Medical Child Abuse) está presentando algunas dificultades por la “carga” de responsabilidad que pueden sentir algunos profesionales del ámbito sanitario; por ello, y para precisar en el título la definición, proponemos denominarla maltrato infantil médico inducido por la persona cuidadora (MIMiC) (Caretaker-induced Medical Child Abuse).
Al precisar la denominación, facilitaríamos su divulgación, conocimiento e investigación para producir diagnósticos más precoces que eviten situaciones de riesgo clínico para las personas menores de edad.