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Los psicofármacos representan una de las alternativas para el abordaje de los trastornos mentales de inicio en la infancia y la adolescencia y deben formar parte del tratamiento integral de los trastornos psiquiátricos en estas etapas.
Como norma general, los psicótropos se emplean con frecuencia en los pacientes pediátricos, a menudo sin indicaciones claras en la ficha técnica y con escasos estudios científicos en niños y adolescentes. Esto plantea al clínico numerosos problemas éticos y legales, generando dudas, miedos y dificultades a la hora de prescribirlos, pero podemos utilizarlos en base a su eficacia y bajo riesgo de efectos secundarios, previo registro y documentación en la historia clínica del paciente.
El uso de psicofármacos va dirigido al manejo de los síntomas, las conductas o los comportamientos que representan un problema para el niño, el adolescente o para los padres, que limitan su funcionamiento, así como ante las complicaciones de los distintos trastornos mentales.
Aunque en este artículo nos centraremos en mencionar los psicofármacos más utilizados en las patologías mentales más frecuentes, aquellas con las que el Pediatra de Atención Primaria podría enfrentarse, queremos recordar que es necesaria una adecuada psicoeducación por parte de la familia y el paciente, previa al uso de estos fármacos, y que el tratamiento farmacológico en niños y adolescentes no debe ser nunca el único aplicado.
La farmacocinética en la infancia difiere de la del adulto en la biodisponibilidad y semivida. La absorción, distribución, metabolización y eliminación de los fármacos dependen de los órganos (hígado y riñón) y compartimentos corporales (grasa corporal, etc.). La respuesta a los fármacos varía durante las primeras semanas de vida, para igualarse a partir de los 3 años a la del adulto1.
Los niños metabolizan, inactivan y eliminan los fármacos más rápidamente que los adultos2.
La farmacodinamia es también diferente, debido a la distinta maduración de los sistemas de neurotransmisión. Por ejemplo, durante la infancia, la niñez y la adolescencia se es menos susceptible a los efectos anticolinérgicos de algunos medicamentos por la menor densidad de receptores muscarínicos; no obstante, se necesitan dosis significativamente menores de antipsicóticos por la alta densidad de receptores de dopamina, que aumenta la posibilidad de efectos extrapiramidales3.
Tabla 1. Trastornos que se benefician primariamente con psicofármacos. Mostrar/ocultar
A continuación, abordaremos los diferentes grupos psicofarmacológicos más empleados en niños y adolescentes, así como los trastornos en los cuales la estrategia farmacológica representa una alternativa más en su tratamiento.
Es importante señalar que el objetivo principal del tratamiento farmacológico de este trastorno es disminuir la frecuencia e intensidad de los síntomas y facilitar las estrategias de la terapia no farmacológica5.
Existen dos grandes grupos de medicamentos autorizados para el tratamiento de los pacientes diagnosticados de TDAH: fármacos psicoestimulantes (metilfenidato y lisdexanfetamina), considerados de primera elección salvo contraindicación (patología cardiaca estructural, glaucoma, etc.) y los no psicoestimulantes (atomoxetina y guanfacina), fármacos de segunda línea, utilizados ante la falta de respuesta, contraindicación o efectos adversos de los estimulantes. Otros (no aprobados en ficha técnica): clonidina y bupropion.
El mecanismo de acción de los psicoestimulantes tiene como objetivo aumentar las concentraciones de dopamina y noradrenalina a nivel intersináptico. El mecanismo principal es la inhibición de la recaptación de dopamina y noradrenalina intersináptica en la corteza prefrontal, siendo el metilfenidato (MTF) el fármaco de elección en general para el ámbito de la Atención Primaria5.
El MTF es el estimulante más antiguo disponible autorizado para su uso en el tratamiento del trastorno por déficit de atención/hiperactividad (TDAH) en España.
Previo al inicio de MTF, es importante realizar un control de peso, talla, pulso y presión arterial, así como un electrocardiograma en caso de antecedentes personales o familiares de cardiopatía6.
Según la guía NICE de 2008, la dosis efectiva a partir de los 6 años se encuentra entre 0,7 y 2,1 mg/kg/día, siendo la dosis máxima variable según el tipo de liberación del metilfenidato7, sin embargo, es importante tener en cuenta el efecto terapéutico deseado y no solo el peso.
Es preciso iniciar con dosis bajas y hacer los ajustes dependiendo de la respuesta clínica y la tolerancia, e ir aumentando gradualmente (cada 7 a 10 días) la dosis durante un periodo de prueba de 4-6 semanas en función de la respuesta y la tolerabilidad, hasta encontrar la dosis óptima o la máxima tolerada. Se planificará un seguimiento para valorar la continuación, modificación o suspensión del tratamiento, o la necesidad de consultas especializadas5.
El paciente debe tomar el tratamiento todos los días, en la mañana, sin suspenderlo los fines de semana ni durante las vacaciones escolares, y mientras dure el tratamiento se controlará periódicamente el crecimiento (altura, peso y apetito), el estado psiquiátrico y el cardiovascular (pulso y presión arterial)5, así como el sueño y apetito.
En España existen 4 tipos de formulación de MTF:
Es un profármaco compuesto por dextroanfetamina y L-lisina. Por sí misma la lisdexanfetamina es inactiva. Tras la ingesta, es absorbida en el tracto intestinal por proteínas transportadoras y dividida por un mecanismo de hidrólisis en la membrana del glóbulo rojo en L-lisina y dextroanfetamina. Así, la dextroanfetamina podrá atravesar la barrera hematoencefálica y alcanzar el SNC. El metabolismo de las hidrolasas del eritrocito es saturable, de manera que no hay riesgo en caso de sobredosis y existe menor riesgo de adicción. Su metabolismo hepático es escaso, por lo que también existe menor riesgo de interacciones6.
Lisdexanfetamina, está aprobada para el TDAH en niños a partir de los 6 años, cuando la respuesta al tratamiento previo con MTF se considera clínicamente inadecuada.
Se recomienda empezar con 30 mg/día durante 1 semana; después, 50 mg/día durante 1 semana, y posteriormente 70 mg/día, valorando la respuesta. En niños pequeños, la dosis eficaz suele ser de 30 mg/día, en niños más mayores de 50 mg/día y en adolescentes de 70 mg/día8.
Un 10-15% de los niños presentan efectos adversos8. Suelen ser leves y generalmente, responden a cambios en la dosis o en el horario de la toma.
La atomoxetina inhibe muy selectivamente el transportador presináptico de noradrenalina, elevando los niveles de noradrenalina y dopamina en el córtex prefrontal, sin afectar a los niveles de noradrenalina y dopamina en el nucleus accumbens (zona del cerebro que media la respuesta a sustancias de abuso) ni en el estriado (zona implicada en el control de movimientos y en los tics)8.
Es el fármaco de elección en caso de falta de efectividad, contraindicación o intolerancia a fármacos psicoestimulantes. Se ha observado menor pérdida de apetito y menor consumo de alcohol impulsivo en pacientes tratados con atomoxetina6.
La guanfacina de liberación retardada es un agonista muy selectivo de los receptores adrenérgicos potsinápticos α2A (predominantes en la corteza prefrontal, cerebelo e hipocampo), con escasa afinidad por otros receptores adrenérgicos α2B y α2C (predominantes en el estriado)10.
La clonidina tiene un mecanismo de acción similar. Sin embargo, la unión más selectiva de la guanfacina a los receptores adrenérgicos α2A postsinápticos se sugiere como la responsable de un menor efecto depresivo sobre el SNC, una actividad menos hipotensora y un perfil farmacocinético más adecuado en comparación a la clonidina6.
Está indicada entre los 6 y los 17 años de edad en niños con comorbilidad, como ansiedad o tics, cuando los estimulantes no son adecuados, no se toleran o son ineficaces.
Los efectos secundarios de la atomoxetina suelen ser leves, se presentan al principio del tratamiento y suelen mejorar a los pocos días/semanas, con un ajuste de tratamiento lento y gradual. Inicialmente se asocia a una pérdida de peso leve, dolor abdominal, insomnio, irritabilidad, náuseas, vómitos, somnolencia diurna, tos y fatiga.
La guanfacina puede producir hipotensión, bradicardia, síncope, sedación y somnolencia, que suelen ceder en la tercera semana. Para el manejo de la somnolencia puede ser útil la administración por la noche. En caso de retirar el fármaco, realizar una pauta de descenso de 1 mg cada 3 días.
No se debe utilizar con depresores del SNC (alcohol, barbitúricos, sedantes, hipnóticos…), pues favorece la sedación y la somnolencia, ni tampoco con inhibidores del citocromo CYP3A4/5 (ketoconazol, eritromicina) o inductores de este (rifampicina, barbitúricos). Su retirada debe realizarse paulatinamente para minimizar los efectos adversos (hipertensión). Su uso estará supervisado por un especialista8.
En la Tabla 2, se describen los distintos fármacos, estimulantes y no estimulantes, comercializados en España para el tratamiento en TDAH6,8.
Tabla 2. Fármacos comercializados en España para el tratamiento del TDAH6,8. Mostrar/ocultar
Los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) y los inhibidores de la recaptación de noradrenalina (IRSN) son los psicofármacos más utilizados en el tratamiento de los trastornos depresivos y la ansiedad, así como en los trastornos obsesivos compulsivos.
La evidencia científica nos muestra la clara eficacia del tratamiento antidepresivo en el adulto y del mismo modo los estudios con niños y adolescentes muestran unas tasas de respuesta similares a las del adulto (50-60%)2. Así mismo, el tratamiento combinado (psicoterapia y psicofarmacológica) parece ser más efectivo.
En principio no hay diferencia entre los ISRS, en cuanto a eficacia, rapidez de acción, efectos secundarios ni seguridad en sobredosis.
Los dos únicos fármacos aprobados por la FDA para pacientes deprimidos en edades pediátricas son fluoxetina de 10-20 mg/día en niños de 8-17 años y escitalopram entre los 12-17 años. En casos de depresión moderada-grave se aplicará terapia cognitivo conductual o psicoterapia interpersonal (al menos 8 semanas), junto a fluoxetina, si es claramente grave6.
Para el trastorno obsesivo compulsivo pediátrico (TOC), están aprobados: sertralina (mayores de 6 años), fluoxetina (mayores de 7 años), fluvoxamina (mayores de 8 años) y clomipramina (mayores de 10 años).
En trastornos de ansiedad infantil no hay ningún ISRS aprobado por la FDA, sin embargo, los ISRS se deben usar como primera elección en niños y adolescentes con trastorno de ansiedad al ser más efectivos y mejor tolerados.
Respecto a los eventos adversos de los ISRS, los más frecuentes son síntomas gastrointestinales, alteraciones del ciclo sueño-vigilia, inquietud, cefalea, acatisia y cambios en la ingesta alimentaria. La mayoría son leves y transitorios, por lo que no es preciso suspender el tratamiento. En general, tienen relación con el inicio del tratamiento, la respuesta y la tolerancia, siendo útil iniciar con dosis bajas.
Todo antidepresivo debe iniciarse con dosis bajas, realizando aumentos graduales de forma semanal hasta alcanzar la dosis terapéutica, que se mantendrá durante 12 semanas para comprobar su eficacia. Si pasadas estas 12 semanas solo conseguimos una respuesta parcial, podemos aumentar y maximizar la dosis, y si no responde, cambiaremos a otro ISRS (como escitalopram o sertralina), manteniendo el antidepresivo al menos 6-12 meses después de alcanzar la remisión completa.
Es importante recordar que el riesgo de no tratar la depresión con ISRS es mayor que el riesgo de tratarla2. En ficha técnica la mayoría de estos fármacos indican que no deben utilizarse en menores de 18 años, pero que, si el médico lo considera necesario, puede hacerlo prestando especial atención a la posible ideación/intención suicida.
En cuanto a los inhibidores de la recaptación de noradrenalina (IRSN), los más utilizados son venlafaxina y duloxetina, siendo igual de efectivos que los ISRS, aunque pueden provocar más efectos secundarios, como HTA, cansancio y disminución del apetito2. La duloxetina es el único fármaco aprobado para el tratamiento del trastorno de ansiedad generalizada en niños.
El efecto puede aparecer a las 2-4 semanas, siendo útil en caso de depresión resistente; sin embargo, son poco utilizados en población pediátrica.
En la Tabla 3 se indican las dosis iniciales de los ISRS e IRSN y las de mantenimiento, así como algunas estrategias a tener en cuenta en el momento de ajustar el tratamiento (adaptación2).
Tabla 3. ISRS y ISRN: ajuste de dosis y consideraciones a tener en cuenta en niños y adolescentes (adaptación)2. Mostrar/ocultar
Las benzodiazepinas (BDZ) no se consideran psicofármacos de primera elección en niños y adolescentes. No solo no hay suficientes estudios en población pediátrica, sino que tampoco han sido aprobadas por la FDA para niños ni adolescentes, sin embargo, se usan con frecuencia para sintomatología ansiosa, cuadros de agitación o de origen psiquiátrico, intoxicación o abstinencia a tóxicos, trastornos del sueño…, todos ellos debidos a un problema puntual, casos en los que no será necesario pautar un ISRS durante varios meses. También puede ser necesario pautar una BDZ en los casos de ansiedad grave, en los que precisamos controlar los síntomas mientras tardan en hacer efecto los ISRS.
Algunos aspectos a tener en cuenta.
En la Tabla 4 podemos ver algunos aspectos importantes en el manejo de dosis de las principales de BDZ utilizadas en niños y adolescentes2.
Tabla 4. Dosis de las principales BDZ utilizadas en niños y adolescentes. Mostrar/ocultar
Los antipsicóticos clásicos actúan principalmente bloqueando los receptores de dopamina D2. El haloperidol es el único antipsicótico clásico, de primera generación, aprobado en España en niños, sin embargo, debido a la mayor densidad y sensibilidad de los receptores dopaminérgicos, en estas edades existe un mayor riesgo de efectos secundarios, principalmente los efectos extrapiramidales, por lo que en la práctica habitual, en niños y adolescentes, utilizamos principalmente antipsicóticos atípicos, mejor tolerados, y útiles en el tratamiento de cuadros psicóticos, manía, alteraciones de conducta y síndrome de Tourette, aunque no exentos de otros eventos adversos (somnolencia, síndrome metabólico, hiperprolactinemia o alargamiento de QT)11.
La risperidona y el aripiprazol son los antipsicóticos atípicos y tienen indicación aprobada por la FDA para el tratamiento de la agresividad e irritabilidad en niños y adolescentes con trastorno del espectro autista (TEA). Además de estos, la olanzapina, la quetiapina, la paliperidona y la asenapina están aprobadas para el tratamiento de la esquizofrenia y la fase maniaca del trastorno bipolar en el adolescente6.
En los trastornos de conducta grave, debido a la alta impulsividad, agresividad, con conductas auto- y heteroagresivas, puede ser útil el inicio de antipsicóticos atípicos, fuera de ficha técnica, sobre todo en niños mayores de 12 años.
La risperidona es el antipsicótico atípico del que más estudios en niños y adolescentes y pruebas se dispone. Existe aprobación de su indicación en el tratamiento de la psicosis, la irritabilidad y agresividad en el autismo, así como en el tratamiento sintomático de la agresividad, irritabilidad y conducta desafiante de niños y adolescentes con conductas perturbadoras, como parte de una estrategia terapéutica global6.
En niños con conductas disruptivas las dosis iniciales en menores de 50 kg son de 0,25 mg/día, y en niños de más de 50 kg, de 0,5 mg/día, pudiéndose aumentar progresivamente cada dos días en 0,25 mg/día hasta alcanzar dosis óptimas de 0,75 mg/día en menores de 50 kg y de 1,5 mg/día en mayores de 50 kg, con dosis máxima de 3 mg/día2,6. En pacientes TEA o con discapacidad intelectual es recomendable empezar con la mitad de la dosis habitual.
Uno de los efectos secundarios es la hiperprolactinemia o el síndrome metabólico, así como la hiperfagia, por lo que es importante, previo al inicio de risperidona o cualquier antipsicótico, realizar un electrocardiograma basal, una toma de constantes y analítica. Si fuese necesario cambiar a otro antipsicótico, el aripiprazol es una buena alternativa, ya que presenta menor riesgo de afectación metabólica y no modifica los niveles de prolactina (o puede incluso disminuirlos), aunque se relaciona con una mayor frecuencia de acatisia. En esquizofrenia o fase maniaca de trastorno bipolar la dosis de inicio es de 2 mg/día, hasta alcanzar una dosis óptima de 10 mg/día (máximo 30 mg/día)2.
El único psicofármaco recomendado para el insomnio pediátrico por la Guía de Práctica Clínica sobre los Trastornos del Sueño en la infancia y Adolescencia es la melatonina2,12. Así mismo, es el único fármaco aprobado por la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) en caso de insomnio en pacientes TEA.
La melatonina ejerce efectos mínimos en la estructura del sueño, es segura y bien aceptada por los padres. Su presentación es en gotas (4 gotas = 1 mg).
La melatonina es:
Actualmente existe una melatonina de liberación prolongada indicada en el insomnio de inicio y/o mantenimiento del sueño en niños con TEA en los que las medidas de higiene del sueño han sido insuficientes14.
Su nombre comercial es Slenyto y su presentación es de 1 mg comprimidos y 5 mg de liberación prolongada.
La dosis inicial recomendada es de 2 mg. Si se ha observado una respuesta insuficiente, la dosis debe aumentarse a 5 mg, con una dosis máxima de 10 mg. Se debe controlar cada 4 semanas antes de realizar un aumento de dosis14.
Slenyto debe tomarse una vez al día, de media hora a 1 hora antes de acostarse y con alimentos, o después de tomar alimentos.
Si después de al menos 3 meses de tratamiento no se observa un efecto clínicamente significativo, se debe considerar la interrupción del tratamiento.
Si tras el aumento de dosis, se observa un efecto menor, debe considerarse la reducción de la dosis antes de decidir la interrupción completa del tratamiento.