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La gastroenteritis aguda (GEA) es una de las patologías más frecuentes en las consultas de Atención Primaria, siendo un proceso autolimitado en la mayoría de los niños. La etiología más habitual es la infección vírica, sobre todo por el rotavirus. Su diagnóstico es clínico y no es necesario realizar pruebas complementarias de manera rutinaria1.
Los parásitos son una causa infrecuente de GEA en nuestro medio. Los más comunes son Crystosporidium y Giardia. Suelen producir episodios más prolongados de diarrea, por lo que es importante su sospecha diagnóstica para iniciar el tratamiento dirigido1.
Motivo de consulta: vómitos y diarrea.
Antecedentes personales: hiperreactividad bronquial. Correctamente vacunada. Sin alergias conocidas.
Antecedentes familiares: padre con asma estacional.
Enfermedad actual: niña de 2 años que acude a la guardería y comienza con un cuadro agudo de vómitos y diarrea, motivo por el que consulta a su pediatra de Atención Primaria:
Dada la evolución tórpida del cuadro, se solicita PCR para virus, bacterias y parásitos en heces, y se obtiene positividad para Giardia lamblia con posterior confirmación microscópica.
Se continúa con suero de rehidratación oral (SRO), se dan recomendaciones sobre una adecuada higiene de manos y se inicia terapia dirigida con metronidazol.
A las 48 horas de iniciar el tratamiento se habían resuelto los vómitos y había disminuido la cuantía de las deposiciones, aunque persistían el leve dolor abdominal y el escaso apetito.
La Giardia lamblia es un parásito protozoario flagelado responsable de infecciones gastroentéricas epidémicas o esporádicas. Tiene una transmisión feco-oral, principalmente por la ingesta de agua o alimentos contaminados. Se identifican, sobre todo, dos fuentes de transmisión: los viajeros en áreas silvestres que beben agua sin filtrar y los entornos en los que hay incontinencia fecal y dificultad para extremar la higiene personal (por ejemplo, las guarderías)2,3.
Las manifestaciones clínicas de la infección por dicho parásito son muy diversas. Se debe sospechar una giardiasis aguda en casos de diarrea que se prolonga más de una semana con flatulencia y dolor abdominal. Se acompaña de náuseas y vómitos en el 69% de los casos, siendo la fiebre poco común (15%). La gastroenteritis por Giardia puede durar más de dos semanas, y prolongarse durante meses si no se trata, dando lugar a una giardiasis crónica. La diarrea es intermitente o persistente, y a veces produce pérdida de peso, esteatorrea y síntomas inespecíficos, como fatiga o debilidad. En niños puede afectar al crecimiento y desarrollo, originar cuadros de hipersensibilidad (erupción cutánea, urticaria, aftas orales) o ser causa de malabsorción de proteínas, grasas y vitaminas (especialmente A, E, B12 y ácido fólico). Aunque más raro, también se ha relacionado con cuadros de artritis reactiva o sinovitis2,3.
Ante la sospecha clínica, está indicado recoger una muestra de heces y realizar una técnica de PCR para Giardia spp., que es un método muy sensible y accesible en nuestro medio. Otro método válido para su diagnóstico es la detección de antígenos de quistes o trofozoítos mediante anticuerpos marcados con fluoresceína, siendo también válido para diagnosticar de forma simultánea infecciones por Cryptosporidium. La técnica de visualización mediante microscopía del parásito en las heces está siendo desplazada por ser observador-dependiente y precisar la recogida de tres muestras en días alternos para aumentar la sensibilidad2.
Tras la confirmación microbiológica de la infección debe iniciarse tratamiento dirigido en niños sintomáticos, junto con terapia de rehidratación oral de forma precoz (SRO hiposódico en una cantidad estimada de 10 ml/kg por deposición y 2 ml/kg por vómito), si se precisa. En nuestro medio está indicado el tratamiento farmacológico también en portadores asintomáticos en determinadas situaciones con el objetivo de prevenir la transmisión de la infección a otras poblaciones de pacientes más vulnerables4.
Actualmente existen varias alternativas de tratamiento frente a la giardiasis, siendo el metronidazol la opción más utilizada por su perfil de seguridad. La palatabilidad y los efectos secundarios gastrointestinales son algunos de sus principales inconvenientes. La posología es de 15 mg/kg por vía oral durante 5-7 días.
Otras opciones terapéuticas son la nitazoxanida, que es eficaz también contra el Crystosporidium, y cuya pauta de administración se acorta a 3 días (medicamento extranjero, solo para mayores de un año, dosis según edad), o el tinidazol, que se administra en dosis única (50 mg/kg, máximo 2 gramos), aunque solo se comercializa en comprimidos de 500 mg y precisa de un preparado magistral para administrarlo a niños. Otras alternativas menos comunes son la paromomicina o la quinacrina4.
No está recomendado realizar una prueba de heces después del tratamiento, excepto en casos individualizados de mala adherencia o persistencia de síntomas3.
Dada la importante labor de prevención de la salud desde Atención Primaria, se recomiendan ciertas medidas para disminuir la transmisión de Giardia lamblia 4,5: